El incumplimiento del derecho al trabajo que recoge la Constitución es un fracaso de los diferentes gobiernos, incapaces de articular una un sistema político y económico que lo garantice. Así, se despoja a los ciudadanos de una parte fundamental de su dignidad.

Podrían adoptarse diversas fórmulas para que hubiese más puestos de trabajo, como el reparto del empleo o adaptando la jornada laboral, pero esto choca con unos mercados económicos basados en la codicia y el beneficio individual, que, además, establecen salarios de miseria para quienes trabajan. Y para colmo, han sido alentados por el propio gobernador del Banco de España, que ha propuesto rebajar el ya exiguo salario mínimo. Un escándalo sobre el que el Gobierno calla.

En los últimos días, Mario Draghi, máximo mandatario del Banco Central Europeo, ha dado muestras de su apuesta neoliberal y ha aconsejado a los gobiernos que bajen los impuestos y recorten más los gastos sociales. Esto supondría menos inversión pública y menos servicios públicos, o lo que es igual, más privatizaciones.

Pero el problema de la crisis no son los impuestos en sí, sino un sistema contributivo injusto que, además, están tratando de desprestigiar, con el fin de implantar la idea de que quien pueda que se lo pague. Como complemento, no se toca a las rentas más favorecidas, y el año pasado subió del IVA a productos de alimentación básicos o material didáctico, por ejemplo.

Ahora, han puesto en su punto de mira en las pensiones, con el objetivo, de nuevo, de beneficiar a las aseguradoras privadas y expoliar a las clases medias empobrecidas y a las más humildes. Si hace dos años el 11% de pensionistas amparaba a hijos y familiares con sus pocos recursos, ahora son el 28% los que con su ayuda amortiguan el 27% del paro existente. Es decir, este ataque a los derechos adquiridos durante toda una vida de cotización afecta también a aquellos castigados por el paro y que, como mal menor, se resguardan sobre este paraguas.

Los jóvenes también se encuentran en un complicado laberinto y muchos de ellos, haciendo caso al mantra profético del emprendimiento, invierten sus ahorros e hipotecan sus bienes para montar un pequeño negocio, con un alto índice de fracasos.

Y todo esto está ocurriendo en pleno siglo XXI, en una sociedad supuestamente avanzada. Es evidente que se necesita una sociedad solidaria que sitúe a las personas como el centro de todos los esfuerzos y recursos públicos.

Por último, veamos un ejemplo de cómo, además, intentan tomarnos por tontos. Es incuestionable que el paro ha bajado en el mes de mayo y que crear empleo es positivo. Sin embargo, la euforia del gobierno y el PP se desinfla al comprobar que los datos esconden contratos muy precarios -solo un 8% son indefinidos- y estacionales -el 50% en hostelería-, con salarios que no dan para vivir. Asimismo, se destruyen jornadas de 8 horas y se transforman en jornadas de 3 ó 4 horas, es decir, dos por uno. Es el mismo partido que criticó unos datos similares, con argumentos parecidos, cuando estaba en la oposición, y ahora lo ensalza como un éxito rotundo de Rajoy. No nos dejemos engañar.

Editorial del periódico Vecinos del mes de junio

 

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